La perspectiva de un pastor

por Alfonso Valenzuela, Senior Pastor, Loma Linda Campus Hill church

La controversia actual acerca de la ordenación sin tomar en cuenta el sexo de la persona cubre muchos aspectos —la doctrina, la estructura, los procedimientos, los votos, los comités, las políticas de la iglesia, la interpretación bíblica y mucho más. Se ha considerado a profundidad en blogs del Internet, artículos en revistas y en los pasillos de las iglesias —a tal grado que algunos ya están cansados del tema. Pero es un tópico serio y creo que es importante no pasar por alto algunos puntos fundamentales.

En lugar de argumentar acerca de lo correcto o lo incorrecto de alguna política o catalogar al debate como un encuentro entre conservadores y liberales, o algún tipo de conflicto por tener poder en la iglesia, quiero compartir un punto de vista distinto. Veo las cosas desde la perspectiva de un pastor. Eso es lo que soy. El ministerio del evangelio es mi vida y Cristo es tanto mi motivación como mi inspiración.

Con frecuencia me piden mi opinión acerca de la ordenación de las mujeres. Surge en comités de iglesia y en conversaciones telefónicas, durante visitas pastorales y en discusiones en la escuela sabática. ¿Es bíblica? ¿Estamos simplemente siguiendo a la cultura actual? ¿Cuál es el papel de Elena White, tanto como ejemplo y en lo que ella dice? ¿Es parte de la agenda feminista? ¿Por qué es tan importante un pedazo de papel que diga que alguien es ordenado? ¿Cómo afectará la labor de la iglesia? ¿Dividirá a la iglesia la ordenación de las mujeres?

Ciertamente son preguntas muy importantes. Pero, en relación a sus respuestas, quiero pensar en nuestra misión y en nuestra visión. Después de todo, nuestra estructura y nuestras políticas eclesiásticas existen para servir a la razón primaria de existir como iglesia: cumplir la gran comisión de compartir las buenas nuevas, bautizar y recibir en el seno de la iglesia a quienes aceptan a Jesús, ayudar a los creyentes en su recorrido por la vida conforme avanzan al encuentro con Jesús en la eternidad. En todos los debates, no perdamos de vista que, a fin de cuentas, lo que importa es esto: preparar a un pueblo para el reino de los cielos.

¿Cómo impacta la ordenación sin consideración de sexo a nuestra misión y visión? Las siguientes son algunas respuestas que he encontrado útiles en este muy discutido tema.

Cumpliendo con nuestra labor

En primer lugar, necesitamos ser prácticos bíblicamente, sobre todo en nuestra misión. No necesitamos una perspectiva teorética. Hemos sido llamados a ministrar. Creemos en el sacerdocio de todos los creyentes. El hecho de que ordenamos pastores no niega la creencia fundamental que nos incluye a todos en la labor del ministerio del evangelio.

En 1 Corintios 9, Pablo aclara que hará todo lo posible para ganar a la gente para el evangelio. Ya sea a judíos o gentiles, va a operar usando todos los métodos y estrategias disponibles para compartir el evangelio. Las mujeres juegan un papel muy importante. He tenido el honor de compartir el ministerio del evangelio con mujeres que aportan sus dones específicos y los talentos otorgados por el Eterno. Recientemente tuve el privilegio de bautizar a algunas preciosas almas con una colega en el ministerio. Porque las mujeres contribuyen mucho a la misión de la iglesia. La iglesia sabiamente ha reconocido el papel de las mujeres en el ministerio al afirmar que Dios las ha llamado. Es un hecho que ya ordenamos mujeres como ancianas. ¿Por qué? No porque son mujeres sino por sus dones y sus contribuciones a la edificación del cuerpo de Cristo.

Algunos traen 1 Tito 1:6 a colación como objeción a la ordenación de mujeres como pastores. Ese texto señala que el anciano debe ser marido de una sola mujer. Así que lo aplican a los pastores y dicen que los pastores solamente pueden ser varones. Por supuesto, al ordenar a mujeres como ancianas de iglesia, la iglesia ya ha lidiado con ese argumento. Sin embargo, es también importante notar que en ese texto se enfatiza vivir correctamente, no hace relación a exclusividad basada en el sexo de la persona. Pablo estaba interesado en que quienes fuesen nombrados ancianos estuviesen libres de acusaciones de infidelidad o relaciones inapropiadas. Aunque operaba en el contexto cultural de su tiempo, no hay evidencia de que su declaración fuera un esfuerzo deliberado para excluir a las mujeres. De hecho, era la costumbre de Pablo aceptar la ayuda y el apoyo de mujeres —Junia, Priscila, Febe, Euodias y Pérsida, entre otras— para compartir el mensaje del evangelio.

Otros destacan el “mando del hombre” como razón para negar la ordenación a mujeres como pastores. De nuevo, ese tipo de argumento podría ser aplicado a cualquier papel en el cual las mujeres son ordenadas como líderes en la iglesia. Más importante aún, en pasajes tales como Efesios 5, Pablo se refiere a la relación entre esposos y esposas. No hay ningún mandamiento para aplicar esto al ministerio pastoral. Tampoco dice en 1 Corintios 11 que el hombre es la cabeza de todas las mujeres. De hecho, en ese mismo pasaje Pablo habla de mujeres orando y profetizando, lo cual muestra que esperaba que las mujeres cumpliesen esas funciones en particular.

No cabe duda de que se va a continuar debatiendo el sentido y la aplicabilidad de esos y otros textos bíblicos. Me alegro de que nos mantengamos firmes a las Escrituras; estoy comprometido a ese principio fundamental. Conforme leo las Escrituras, veo a Dios trabajando a través de todo tipo de personas y situaciones para llevar a cabo su voluntad. No soy uno que se opondrá a alguien que ha sido llamado por el Espíritu.

Afirmación de mujeres en el ministerio

Todo esto me lleva al segundo punto: afirmar a las mujeres en el ministerio. No podemos proclamar que verdaderamente valoramos a las mujeres como pastores y a la vez decir que no pueden ser afirmadas de la misma forma que los hombres. Mi ordenación es algo muy importante para mí. Es un reconocimiento de mi comunidad de fe de que aceptan y aprueban mi llamado al ministerio. Mi certificado de ordenación no es simplemente “un pedazo de papel” lo mismo que no lo es mi certificado de matrimonio. Más que “otro documento”, es un resumen de la afirmación de mi iglesia que cree que tengo una labor especial que llevar a cabo como ministro ordenado.

Si eso es verdad para mí, también lo es ciertamente para las mujeres colegas en el ministerio. La palabra “ordenación” no aparece en las Escrituras. Nuestro sistema lo ha desarrollado como parte de las prácticas de nuestra iglesia. De la misma forma como Pablo, Bernabé y otros fueron “apartados” para un papel específico (sus viajes misioneros), creo que los hombres y las mujeres son “apartados” hoy para hacer una labor similar para Dios. En el libro de los Hechos, leemos: “Como ellos servían al Señor y ayunaban siempre, el Espíritu Santo dijo: “Apártenme a Bernabé y a Saulo, porque los he llamado para un importante trabajo”. Y así, después de que todos ayunaron y oraron, les impusieron las manos y los despidieron” (Hechos 13:2, 3, RVC). Ese acto sencillo de bendecir y confirmar el llamado de Dios por la iglesia en Antioquia fue una demostración para todos los presentes de que creían que Dios los estaba guiando y dirigiendo en su misión.

Finalmente, quiero compartir mi convicción de lo que es correcto. Cuando Jesús habló con algunos de los hombres acerca de la manera como se comportaban con las mujeres, les recordó que “al principio no fue así” (Mateo 19:8, RVC). Si bien es cierto el pecado ha borrado las intenciones originales de Dios, el plan era que el hombre y la mujer estuviesen el uno al lado del otro como iguales. Mientras que este mundo ha enfatizado la diferencia y legitimado la discriminación y la división, Dios no reconoce la subordinación basada en raza, estado social o sexo. “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28, RVC). Pablo dice esto después de decirles, dos versículos antes, que todos son “hijos de Dios”. Claramente necesitamos ampliar nuestra lectura e incluir tales pasajes que se aplican a ambos sexos.

Pablo nos da una perspectiva basada en misión que todos podemos seguir: “A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos” (1 Corintios 9:22, RV1960). Pablo utilizó muchos medios para llevar salvación a tantas personas como fuese posible. Habló de filosofía con los griegos en Atenas. Predicó a los judíos en las sinagogas. Se defendió a sí mismo y al evangelio ante reyes y regentes. Insistió en que la salvación se extendiese a los gentiles ante el concilio de iglesia en Jerusalén. Predicó a mujeres en el vado del río en Filipo (convirtiendo, de paso, a Lidia, quien invitó a Pablo y a sus compañeros para que usasen su casa como base para sus operaciones evangelísticas). Realmente a todos se hizo de todo, tratando de llevar salvación de cualquier forma posible.

Nuestra misión es la misma. No estamos aquí para discutir eclesiología. Estamos aquí para ganar almas para Cristo. Nuestra posición es clara. Lo que importa es compartir las buenas nuevas de Dios, predicar salvación en Jesús. Prosigamos con la labor del evangelio. Por mi parte, quiero compartir con mis colegas pastores, hombres y mujeres, afirmados y ordenados por Dios y la iglesia, mi anhelo por terminar la obra. “Amén; sí, ven Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20, RV1960).